#LibrosMalos – De qué lado se escribe

Un contexto apenas esbozado

La editorial Planeta publicó recientemente el primer tomo de la «saga» (sí, entre comillas, con desconfianza) #Malos, titulado ¿De qué lado estás?, del sanjuanino Luis Ávila.

El libro, como varios que lo preceden en la editorial, proviene de el sitio/aplicación wattpad, una plataforma pensada para la escritura y lectura colaborativas que además incorpora muchos rasgos de las redes sociales más comunes. Cualquier persona puede compartir una historia, recibir comentarios de sus lectores, y desde allí iniciar un camino que puede determinar el contenido de las historias subsiguientes (o capítulos subsiguientes de la misma historia). Como detalle a retomar: un autor puede asignar a sus personajes los actores (de Hollywood, por supuesto) con quienes los identifican.

Si logra la cantidad suficiente de lectores (millones, en los casos existentes) el texto puede ser captado por alguna editorial y hacer su transición al papel, insertándose así en el mercado editorial (el sitio/aplicación es enteramente gratuito, y el libro debe ser retirado una vez que media un contrato con la editorial). El criterio parece ser meramente cuantitativo, o al menos así podría deducirse por el hecho de que todas las reseñas elaboradas en internet colocan la cantidad de lectores que el texto atrajo en el sitio web como primer dato relevado.

Un pequeño detalle en la tapa

#Malos cuenta con un sticker incorporado al diseño de su portada: con un color contrastante al del fondo, el circulito reza: Un fenómeno wattpad.

Esta particularidad parece inocente (y tal vez lo sea, aunque no me queda la menor duda de que, tratándose de corporaciones, nada es inocente) pero admite varias lecturas.

¿Por qué la editorial decide/necesita reafirmar el origen del libro publicado? ¿Para dar cuenta de la retroalimentación entre los nuevos espacios, gratuitos y democráticos, que proporciona internet y las editoriales? ¿Para proporcionarle a su potencial lector/consumidor una marca de origen que le facilite su encuentro con el libro? ¿Para determinar un target? ¿Para decirle los lectores más asiduos (más viejos también) que eso es para otra gente, la gente de internet, que «bueno… lee otras cosas»? ¿Para despegarse de toda responsabilidad estética sobre la obra publicada? ¿Para desestimar su valor literario sin reconocer abiertamente que sus masivas ventas son necesarias para su sostenimiento económico y están más que dispuestas a aprovechar el negocio?

Probablemente, las razones sean todas estas y muchas más: las editoriales disponen de recursos humanos más que capacitados para condensar significados inclusive opuestos, y todos sabemos que la principal premisa de toda empresa que pretenda expandirse vorazmente es quedar bien con Dios y con el Diablo.

Un «fenómeno» de siglos

Los medios locales enfocaron (y siguen enfocando) la edición del libro como los medios locales enfocan la edición de un libro: poco y mal. En este caso, se hizo hincapié en el «fenómeno»: un chico de 21 años que logra llamar la atención de una gran editorial. Como dicen los yankies: everybody loves a success story. Lo que, por supuesto, no dicen, es que el éxito debe ser siempre masivo y económico, cuantificable y rentable, y que esa lógica de éxito reproduce estructuras de centro/margen que de alguna manera anulan el desarrollo identitario y económico local (como la propia lógica interna de este libro lo demuestra).

Lo que tampoco se dice es que este «fenómeno» carece de toda novedad: las grandes estructuras de poder político y económico tienen la sana costumbre de cooptar para sí expresiones artísticas inofensivas y, por ende, funcionales, como mínimo, desde La Eneida, que pasó a la historia no por satisfacer las necesidades políticas del emperador Augusto, sino porque además de eso echa raíces en principios estéticos tanto históricos de su tiempo como imperecederos.

El «fenómeno», entonces, es que el capital asimila todo aquello que potencie y perpetúe su lógica de consumo, poniendo por delante, como máscara, un supuesto interés por la cultura y sus nuevas formas de producción.

Lo (no) neutro

Hasta aquí, algunas consideraciones en torno a algunas condiciones de producción de la obra, refractadas inevitablemente en su lógica interna.

En primer lugar, en el lenguaje. El libro cuenta la historia de una «joven asistente de preparatoria». La elección de la palabra «preparatoria» remite al hecho (explicado por el propio autor) de que Argentina es el quinto país lector de wattpad, precedido por España y México, entre otros. La masividad, entonces, no puede ser alcanzada sin apelar (noblemente, por supuesto) a la identidad del lector, a su lenguaje.

Ahora bien, este «español neutro» de neutro no tiene un pelo, y detrás del velo de la globalización democrática se esconde un hecho inevitable: el lenguaje es una representación de la realidad, y quien escribe en una versión diluida y homogénea de una lengua, no tiene otra alternativa que presentar una versión diluida y homogénea de la realidad. Cosa que tampoco es inocente: lo «transparente», lo «común», generalmente termina respondiendo a intereses económicos y políticos. La menor cantidad de productos para la mayor cantidad de personas, efectividad de mercado. Lógica que funcionará para un televisor o un par de zapatillas, pero para una novela puede presentar algunas, digamos, inconveniencias. Y si la única garantía posible de éxito es negar todo rasgo identitario (en el lenguaje, para empezar) que alguien le avise a Carlos Fuentes, o a Fernando Vallejo, o a Pedro Lemebel… pobrecitos ellos, demasiado «locales» para triunfar.

Todo escritor tiene el derecho de construir su obra con el lenguaje que se le antoje. Sospecho que Tolkien no hablaba con su esposa como el narrador de El Señor de los Anillos, y me consta que Liliana Bodoc no charlaba con sus amigos como el narrador de La Saga de los Confines. Tampoco estoy intentando establecer una obligación, una atadura irrevocable entre un escritor y el lenguaje que lo rodea. No se trata de eso, sino de la deliberada negación de una identidad lingüística (ergo, sociopolítica y cultural) con la única excusa de un supuesto alcance masivo.

Apología del esterotipo

Muchos concuerdan en que el arte es esa zona indefinida donde el culto de la forma y el culto del contenido encuentran una frágil armonía. El mensaje se mira a sí mismo, y en ese mirarse mira a otros, a su propio significado, a su rol social, a la condición humana plena y desnuda. Sólo el arte tiene esa capacidad de condensación y masa crítica.

Muchos somos testigos también de la banalización del arte, que no es lo mismo que hacer un arte de la banalidad. También del progresivo avance que tiene la «subjetividad del artista» (su sensibilidad anómala y profunda o su ingenio admirable) por sobre el desarrollo de principios técnicos y estéticos intrínsecamente sociales. Vale más (o es más frecuente) una historia aparentemente asombrosa que una historia bien contada. La materia prima de la literatura ejecuta un viraje inevitable desde el lenguaje hacia otras regiones, y lo que antes podía ser normado (con formas fijas e impermeables) hoy es directamente desestimado. Esto tiene una explicación muy simple: el desarrollo técnico necesario en torno al lenguaje requiere una inversión de tiempo que se contradice con los postulados de inmediatez y alta productividad del paradigma capitalista hegemónico actual. Hay que escribir rápido para que te lean rápido: tus lectores te esperan del otro lado de la pantalla. Abandonado el lenguaje o un cierto manejo del lenguaje, sólo queda la historia (en el caso de la narrativa) para funcionar como instrumento de valoración. Por eso los personajes y los acontecimientos tienen que ser siempre extraordinarios.

Pero hay algo inevitable: nuestro lenguaje es nuestra manera de ver el mundo. Por lo tanto, un lenguaje convencionalizado sólo puede vehiculizar una mirada convencionalizada del mundo. Todo personaje deviene estereotipo, toda historia deviene plantilla genérica. La identificación masiva es casi inevitable, aunque, al menos, falaz.

En esta novela se narran algunos hechos de la vida de Tracy, «una chica buena que se enamora de un muchacho peligroso». Más allá novedosa temática (que no tiene más que varios milenios de vigencia) llama la atención el uso estereotipado de los adjetivos: no solo porque responden al paradigma hegemónico de las historias adolescentes (nenas buenas, nenes malos), sino por la sintaxis convencional en la que están aplicados. Los ejemplos se multiplican a lo largo del libro: el narrador, por medio de los adjetivos, impone paradigmas de conducta a los lectores, en lugar de apelar a la opacidad propia de las figuras retóricas del lenguaje literario o generar estructuras narrativas que los manifiesten y permitan al lector ser testigo de una experiencia.

Por supuesto que todavía existen historias en las que las nenas buenas se enamoran de nenes malos, pero no es precisamente eso lo que las hace literatura.

Pareciera que no hay más razón que una mirada miope de la literatura para explicar este manejo del lenguaje, pero hay otro dato significativo: el autor ha manifestado con vehemencia su interés de «llegar al cine». No hablemos, por caridad y falta de tiempo, de lo ofensivo que puede significar para un hacedor de literatura que alguien la use para «llegar» a otro lado. Pero sí del impacto que tiene en el lenguaje verbal la pretensión de un lenguaje audiovisual: ¿Para qué perder tiempo construyendo un narrador que no va a aparecer en la película? ¿Para qué cuidar las descripciones si una imagen anula mil palabras? Wattpad, incluso, asiste al autor en esta faena: como dije al principio, el autor puede asignar actores de Hollywood a sus personajes: lo que en un principio parecía un guiño a la fiaca imaginativa de los lectores, adquiere ahora un matiz diferente: la literatura no es más que una vidriera de bajo costo donde las corporaciones pueden retirar productos populares (léase: que reproducen obedientes e inofensivos la lógica de consumo de las editoriales).

Estereotipada, superficial y genérica, tanto en su lenguaje como en su planteo narrativo, esta novela es tan solo un caso más del funcionalismo artístico al servicio del poder económico . Allí radica su «éxito». El arte, expresión personalísima de una condición que nos hace a todos humanos por igual, manifestación de una sospecha permanente hacia el estado natural de las cosas, deviene objeto de consumo, entretenimiento y evasión, despojado de toda pulsión crítica. El arte, expresión de una subjetividad cultural e histórica atravesada por criterios estéticos sociales, deviene planteo abstracto de emociones sin especificidad e instrumento de legitimación de una cosmovisión hegemónica, donde lo globalizado tiene mejor cotización que lo identitario, donde el éxito es meramente numérico y obligatoriamente visible y cuantificable.

El cascabel al gato

No faltará quien diga que llegar a millones de lectores no es tarea fácil. Y tendrá mucha razón: horas y horas de manejo de un sitio web y de escritura (en el sentido más fisiológico de la palabra). Ahora, deducir de ahí que estamos frente a una novela es un salto destinado al fracaso.

No faltará quien diga que la crítica nace de la envidia. Y en algunos casos tal vez sea cierto. No en este: por mucho que seduzca la supuesta fama, el arte se mueve por caminos silenciosos y nunca muy transitados. El objetivo del arte es otro, porque implica una transformación social por medio de un sujeto entrenado en la desconfianza, en encontrarle al dolor su justa belleza, en reconoce el valor intrínseco de vivenciar el arte como un tiempo antiproductivo, revolucionario. Y esto no significa que el arte no debe utilizar la lógica de mercado en su favor, pero tal vez sí que todo arte que pretende en su propia lógica de producción ser funcional al mercado, se niega a sí misma.

No faltará quien diga que toda crítica es relativa o subjetiva, que nadie tiene derecho a decir qué es o qué no es literatura. Toda crítica es subjetiva en tanto involucra un sujeto, pero eso no significa que sus fundamentos sean menos creíbles.

En San Juan, la lógica de la crítica suele ser la omisión: critico o juzgo poco valorable aquello de lo que no hablo. «No voy a perder tiempo criticando algo que no me gusta», escuché decir alguna vez.

Pero otra postura es diferente: el disenso es necesario, y hablar de lo que existe en lugar de lo que gusta permite establecer una relación más honesta con el lector y proporcionarle un punto de vista más completo del contexto que compartimos.

4 comentarios

  1. Conozco a Luis. Compartí un “Encuentro de Escritores” una vez y cuando lo volví a ver en una función de teatro ni me registró. Desde ese entonces supe que tenía aires de fama. Siempre quise leer que era lo que escribía. Se hacía autobombo todo el tiempo. Que escribía en internet o algo por el estilo se comentaba… Confieso que recién hoy me entero de que existe esta plataforma llamada Wattpad. Que suerte que alguien lo leyó por mí y le hizo una crítica. Ahora sé que no me interesa leer su saga. Muy bueno el texto!

    Me gusta

    • Gracias por pasar. Creo que es importante visibilizar lo que pasa y al mismo tiempo aportar una mirada. No quisiera que nadie deje de leer su libro, sino todo lo contrario: que se lea, que haya argumentos reales para debatir, y que no le hagamos el caldo gordo y nos trate de envidiosos.

      Me gusta

  2. Soy una víctima más de la inmediatez. Comenté en el momento, en caliente, sin pensarlo demasiado. Lo mío ni siquiera fue una opinión, fue emotividad volcada en texto. Fue contar una experiencia personal que en nada les puede interesar a los lectores de esta revista. No creí que lo publicaran. Soy el más sorprendido. Quedó como un chisme de tipos de chalecos gordos. Lo que está muy lejos de la realidad.
    No voy a intentar arreglarlo, la anécdota o lo que sea que se me haya pasado por la cabeza y que escribí poco importa en realidad. Sólo quiero decir que todavía no tengo una opinión muy formada sobre Wattpat y ese tipo de escritura que hoy está muy de moda y tiene gran éxito (porque lo tiene, sin duda). Voy a investigar más sobre el tema. También leer por supuesto la obra con mis propios ojos.
    Lo que sé es que Wattpat se perfila como un medio más que está a disposición de aquellos aficionados a la escritura que no tienen los recursos para acercarse a una editorial. El uso que se le dé a esa aplicación ya es otro tema. Igualmente no creo que cualquiera sea seleccionado para ser publicado por X editorial. Se podrá discutir el criterio cuantitativo (basado en la cantidad de seguidores) y “poco artesanal”, que tiende legitimar o ranquearsólo mediante leyes del mercado. Pero, habría que sincerarse un poco. El mercado es un eslabón importante en esta cadena. Bien lo dijo alguna vez a groso modo Marta Minujín: “el arte no se regala, se vende”. Qué tipo de mercado nos caiga más simpático ya es otro tema.
    Más allá de que me guste la deconstrucción o “desguace” y la investigación que se ve en este texto, lo veo incompleto. Hubiera sido distinto el abordaje si, en lugar de escribir un texto argumentativo o de opinión,a este escritor se lo hubiera entrevistado, como se hace con otroso al menos se le hubiera dado el derecho a réplica. Las conclusiones las sacaría el lector en ese caso y no el autor de dicho texto.
    Hace tiempo que vengo leyendo esta revista, y me gustaría (aunque sé que mi opinión importa poco) queésta sea cada vez más eso: más revista, y menos blog personal (de esos ya hay muchos. Hasta yo tengo uno); que se escuchen todas las voces y que no se refleje un único discurso. De lo contrario creo que cualquiera de los que se animan a escribir podríamos aparecer mañana en algún artículo sin previo aviso, y algún otro simpatizantecomentaría algo, poco sustancioso, similar alo que yopubliqué previamente o elegiría el silencio.

    Me gusta

    • Gonzalo, gracias por seguir comentando. Creo que esta es también una forma de que se escuchen todas las voces.
      Respecto de Wattpad, la discusión del valor de las redes sociales en la producción/difusión de cualquier forma de arte es larga, y podría darse en el marco de una mesa redonda, si alguien se anima a organizarla.
      Con respecto a la revista, estoy de acuerdo con vos en que estaría bueno que no sea un «blog personal». Lamentablemente, las contribuciones son muy escasas y los debates breves. Un buen punto medio que encontré fue el de divulgar textos ajenos (sobre todo de las décadas del 60/70) y las 3 encuestas a coordinadores de talleres literarios en la provincia (algunos de los cuales todavía espero respuesta).
      La pluralidad requiere, justamente, pluralidad. Y a veces, eso no se logra.
      Respecto de la llegada de textos literarios, sí, hay un criterio de publicación.

      Me gusta

Deja un comentario